jueves, 8 de mayo de 2014

Por qué tu cerebro “no puede dejar de verlo”

La próxima vez que veas el logo, tu cerebro no podrá evitar interpretar el lazo como un cuerpecito. Como dicen los americanos, "no puedes dejar de verlo" o 'des-verlo' (Cannot Unsee).
El periodista Alexis Madrigal aprovechaba esta semana en The Atlantic un tuit sobre la Copa del Mundo de fútbol que se ha convertido en viral para hablar del asunto. El logo elegido por los organizadores del Mundial de Brasil recuerda de manera increíble al famoso 'meme' del"facepalm" (algo así como el manotazo en la cara), una imagen que se utiliza para expresar que alguien ha metido la pata estrepitosamente. Atentos a la semejanza:
¿Por qué se produce este fenómeno? En primer lugar porque el acto de ver algo está plenamente condicionado por lo que sabemos sobre lo que vemos. Es decir, la retina hace un primer filtrado sobre las características de la imagen, pero es la corteza cerebral la que le da una interpretación. A la corteza le encanta encontrar significado a las cosas, así que una vez que ha reconocido algo, la siguiente vez lo reconoce automáticamente. Un ejemplo muy conocido de este fenómeno es el de la siguiente imagen. La primera vez que la miras no entiendes muy bien qué estás viendo....
... pero una vez que te explican que hay un dálmata, ya no puedes dejar de verlo:
Lo mismo sucede con la famosa ilusión del conejo-pato o la muchacha-anciana. Los neurocientíficos conocen esto con un nombre más técnico: el modelo de la red bidireccional jerárquica, pero en resumidas cuentas se trata de lo siguiente: la información que entra por la retina y la que analizala corteza cerebral se retoralimentan, la información sube y baja de un nivel a otro y lo que ves es un resultado de ambos filtros: lo que el ojo te dice de entrada (el objeto se mueve, es verde o está colocado en diagonal) y lo que el cerebro añade por lo que ya sabe. El neurocientífico Bradley Voytek lo explica así: "Nuestra corteza ya está cambiando la información en bruto antes de que la información llegue a nivel consciente". Es decir, no ves lo que tienes delante sino lo que tu cerebro te dice que tienes.
Por otro lado, la necesidad de buscar patrones y significados nos juega a veces malas pasadas. El cerebro tiene tantas ganas de reconocer cosas que a veces reconoce cosas donde nos las hay, como la cara de Jesucristo en una tostada o una inquietante forma en una mancha de humedad de la pared. Es lo que se conoce como pareidolias y funciona incluso a nivel auditivo: creemos oír una voz o un grito en lo que no es más que un ruido sin significado.
Para entenderlo mejor, terminaré recordando una anécdota personal. Una noche, mientras paseaba con mi amigo el neurocientífico Xurxo Mariño junto a la catedral Santiago de Compostela, me llevó a un rincón del edificio y me mostró una farola. Después, me señaló la sombra que proyectaba en la pared y me indicó que muchas personas creían ver allí la silueta de un peregrino. Cuando me fijé, efectivamente, allí estaba el peregrino y no podía dejar de verlo:
Una vez que lo ves... (Imagen: Meridianos)
Los lugareños conocen este fenómeno como la "sombra del peregrino" y no es más que una pareidolia producida casualmente por la colocación de una farola, hace unas décadas, de tal manera que la luz juega con los salientes de la pared hasta proyectar una forma. Si nadie me hubiera dicho que se veía un peregrino, ni siquiera me habría fijado. Pero después de saberlo, le comenté a mi colega Xurxo que mejor nos íbamos de allí, que eran las tantas de la madrugada y que, a pesar de mi escepticismo a prueba de estampitas, se me estaban empezando a poner los pelos como escarpias ;)

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